Cuando el capitalismo se volvió contra todos (y contra sí mismo)
Cuando el capitalismo se volvió contra todos (y contra sí mismo)
Tiempo de lectura, 6-7 minutos.

Siempre he pensado que el capitalismo, en sus orígenes, fue lo mejor de lo peor. En un mundo dividido entre proteccionismos asfixiantes, socialismos autoritarios y comunismos que no funcionaban, el capitalismo tenía algo que los demás no: premiaba el esfuerzo. Si te lo currabas, salías adelante. Era imperfecto, sí, pero tenía lógica. Un pacto más o menos claro: tú te esfuerzas, y yo te abro oportunidades.
Pero ese pacto se rompió hace tiempo. Lo que tenemos hoy ya no es capitalismo, al menos no como lo conocíamos. No sé si llamarlo neo capitalismo, capitalismo financiero, o directamente por lo que es: una carrera ciega por el dinero, aunque haya que aplastar todo lo demás por el camino.
- El nuevo dogma: ganar, aunque pierdas
Hoy, lo único que importa es el beneficio inmediato. Da igual si se arruina la empresa dentro de cinco años. Da igual si hay que despedir a medio equipo o cargar de porquería los productos que consumimos. Da igual incluso si eso afecta a la salud de miles de personas. Lo único que cuenta es el reparto de dividendos.
¿Ejemplo? La industria automovilística europea, ahora que está llorando por las esquinas. Se llevan la producción a China para ahorrarse unos euros por coche. Resultado: los chinos aprenden, se perfeccionan, y ahora hacen coches que compiten (e incluso superan) a los alemanes y resto de marcas europeas. ¿Inteligente? No. ¿Rentable a corto plazo? Sí. Y con eso basta.
Esto no es un fallo del sistema. Es el propio sistema.
- Consejeros que cobran por destruir
¿Cuántos CEOs han tomado decisiones que llenan los bolsillos de los accionistas hoy, pero condenan a la empresa mañana? Y lo peor: lo saben, pero lo hacen igual. Porque mientras tanto, ellos se aseguran su bonus, su jubilación dorada y su frase final de “que me quiten lo bailao”.
Después, si la empresa se hunde, ya no es problema suyo. Y así una y otra vez. Una fórmula que no premia el talento, ni la visión, ni el compromiso… sólo la avaricia.
- Salud, comida basura y el silencio cómplice
No exagero cuando digo que esto va mucho más allá de los negocios. Hablo de salud, de vida. Empresas que llenan la comida procesada de ingredientes basura, ganaderos que abusan de antibióticos, agricultores que rocían sin control pesticidas que terminamos comiendo. ¿Por qué? Porque así ahorran costes. Porque así ganan más.
¿El precio? Nuestra salud. Y todo por unos céntimos más de margen. Y el sistema mira hacia otro lado.
¿Por qué nadie regula esto? Porque los que mandan acaban siendo consejeros de esas mismas empresas. Como si hubiese un pacto tácito: “Yo no me meto contigo ahora, y tú me das un buen sillón cuando termine mi carrera política.” Y así, en bucle, una generación tras otra.
- Trabajadores agotados, riqueza concentrada
La otra cara de esta historia es aún más preocupante. Mientras los de arriba se forran, los trabajadores cada vez tienen menos. Hoy, millones de personas trabajan jornada completa y no llegan a fin de mes, simplemente para que sus jefes sean cada día más ricos. El reparto de la riqueza es cada vez más asimétrico, y la clase media se está desintegrando.
Y esto no es casualidad: se está convirtiendo a los trabajadores en un ejército de personas agotadas, que solo tienen energía para sobrevivir, no para pensar, ni para cuestionar, ni para exigir. Eso no interesa. Cuanto más ocupados estemos en pagar el alquiler, la luz o llenar el carro del súper, menos capacidad tenemos para reclamar un sistema más justo.
Y si hablamos de alquiler, de la vivienda… el tema es aún más sangrante. En muchas ciudades, los fondos de inversión están comprando miles de viviendas, expulsando a los vecinos, subiendo los precios y dejando el acceso a un hogar en manos de algoritmos financieros. Y no, no debería ser legal que una necesidad básica como la vivienda se trate como si fuera una acción en bolsa. Pero pasa. Cada día. Con la complicidad de los gobiernos, que no sólo no lo frenan, sino que muchas veces lo incentivan.
Una sociedad que convierte las casas en producto especulativo, está condenada a que vivir dignamente se convierta en un privilegio para pocos.
Al final, se repite la misma estrategia de siempre: como hacían los regímenes autoritarios, ahora también se gobierna desde el miedo. Miedo a perder el trabajo, miedo a enfermar y no poder pagar, miedo a quedarse fuera del sistema. Y este neo capitalismo lo hace con la complicidad de los estados, que ya no están para protegernos, sino para mantener a flote un modelo que solo beneficia a unos pocos.
Porque un pueblo cansado no protesta. Y eso, a muchos, les viene de lujo.
- El dinero que sobra, enferma
Desde joven lo he tenido claro: el dinero es necesario, claro que sí. Pero debe servir para vivir tranquilo, tener una buena casa, un coche que te guste, viajar, darle una buena educación y formación a tus hijos. Pero más allá de eso… sobra. Y cuando se acumula sin límite, no solo no te hace bien a ti: es malo para tus hijos, para la sociedad, para todos.
Es una enfermedad. Una obsesión sin fondo.
Y no deja de sorprenderme que los hombres más ricos del mundo (los Musk, Bezos y compañía), con más dinero del que podrían gastar en mil vidas, sigan apretando a sus trabajadores, recortando derechos, explotando al límite… ¿para qué? ¿Para ser el más rico, no del cementerio, si no de cualquier cementerio?.
- Una enfermedad sin diagnóstico (porque no interesa)
Vivimos en una época donde todas las enfermedades tienen nombre, incluso las más raras, incluso inventadas. Menos esta. Nadie ha querido ponerle nombre a esta avaricia desmedida que está devorando todo. ¿Por qué? Porque no interesa. Porque los enfermos están en lo más alto. Y porque muchos viven muy bien de ese desorden.
- ¿Y ahora qué?
No tengo la receta. Pero sé que lo primero es no callarse. No aceptar que esto es normal. No resignarse. Si seguimos funcionando como si todo esto fuese lo lógico, lo natural, entonces estamos perdidos. Lo que comenzó con el capitalismo ya no solo está fallando: se está devorando a sí mismo. Y si no lo frenamos, se lleva a la civilización entera por delante.
¿Tú también crees que esto se nos ha ido de las manos? Cuéntamelo en los comentarios.
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